El Taller Literario abre caminos hacia el apasionante arte de escribir
Entre prosas, novelas, cuentos y poemas, se abren senderos llenos de esperanza para futuros escritores paraguayos. A través de diez clases virtuales con la profesora Irina Ráfols, 30 jóvenes de los departamentos de Concepción, Itapuá y Paraguarí participaron del Taller Literario organizado por Fundación Itaú.
Conmovidos por la emoción de compartir los textos creados en un contexto de intercambio de aprendizajes, se hizo notar el gran interés de los participantes del taller al explorar técnicas de escritura y formas de concebir la creación literaria. A través de esta iniciativa, buscamos promover la idea de que la escritura puede trabajarse hasta llegar al arte.
Varios de los contenidos estudiados en el taller se enfocan en aprender a observar, puesto que quien desea formarse como escritor, debe ser un observador de su propia realidad, de su gente y de su idioma. Igualmente, la iniciativa promueve que los participantes reconozcan qué los motiva a escribir, pasando hacia algo más que la inspiración y comprendiendo que lo que está más allá es trabajo y la búsqueda de una perfección.
Por otra parte, la docente comenta que “la mayoría de los que se acercaron al taller llegaron con inquietudes, leían y escribían a su manera, de manera aficionada, claro, y mostraron interés en ideas formativas, en entender las nociones de arte y asimilar la escritura como oficio”.
A nivel de proyecto, Irina destaca la importancia de descentralizar actividades culturales hacia otros departamentos y ciudades que no sea siempre Asunción, ya que la propuesta evidenció el enorme campo de interesados en el interior del país. “Encontrar valores entre gente desconocida nos motiva fuertemente a creer en proyectos como este y a estar atentos para impulsarlos”, menciona.
En representación de nuestro taller, Ester Aparecida Viale Recalde, del pujante departamento de Concepción, nos presenta una obra de su autoría:
¿Recuerdas cómo era la lluvia?
¿Recuerdas cómo era la lluvia
cuando aún no nos besábamos?
Era julio y el moribundo cielo
se rasgaba.
Nos miramos tras la reja muchas veces,
antes de que el fruto
se abriera.
Nos subimos al puente del aroma
para probar el naranjo en nuestra sed,
y no saciaba.
No saciaban los hielos en el vaso
ni el cántaro de vino
ni la miel.
Nos bebíamos el filo de la lluvia en la ropa,
en el paraguas,
y el clamor no cesaba.
Recorrimos las calles, los planetas,
buscando el vértice
del agua.
No lo hallamos.
Intentamos la espuma, la neblina,
el vidrio de la madrugada,
las fibras del rocío,
la escarcha,
la vibración de la nieve…
Nada.
Ni una gota que calmara la fiebre.
No hubo otro modo:
cerramos los ojos
y dejamos que el beso
nos llamara.